miércoles, 17 de julio de 2013

Capitulo 20

El día transcurrió normal. Mikel no me hizo nada en todo el día, aunque no paraba de lanzarme miradas asesinas, pero le ignoré por completo.
Suerte que Albert estuvo conmigo en todo momento y me defendió de los idiotas que me preguntaban ‘’¿Hoy enseñarás el sujetador, preciosa?’’.

Acabada de vestir para la supuesta ‘’cita’’ con Albert, me senté en la silla giratoria del escritorio.
Iba muy mona, con un vestida blanco de encaje por la cintura. No suelo llevar vestidos, pero este es demasiado perfecto.
Llamaron a la puerta, así que cogí el bolso y salí de la habitación.

-          ¡Hola, guapa! – saludó Albert sonriendo - ¿Nos vamos?

Le sonreí como respuesta y me dirigí al coche, que estaba muy bien aparcado.

-          Veo que has aprendido a aparcar derecho – bromeé.
-          Que graciosa eres, niña…

Encendió el motor y nos esfumó de mi calle en tres segundos.

-          ¿A dónde me llevas? – pregunté con curiosidad.
-          Conozco una cafetería que seguramente te encantará, ya verás.

El trayecto lo seguimos en ‘’silencio’’. No tuvimos ningún tema de conversación, pero no paraba de cantar las canciones que salían por la radio.

Aparcó increíblemente bien. Observé la cafetería, tiene razón, parece muy mona, pero habrá que ver como es por dentro, sus servicios…

Agarró mi mano y me llevó dentro de ella, como si hubiese leído mi pensamiento.

-          Guau…

Por dentro es… no hay palabras para describirla. Es espaciosa, bien decorada, y la comida parece deliciosa.

-          ¿Te gusta? – preguntó sonriendo.
-          Si… - respondí maravillada.

Nos sentamos en la mesa cercana que había, los dos frente a frente.

-          ¿Qué os pongo chicos? – un camarero se acercó.
-          Lo mejor que tengan – respondió Albert antes de que lo hiciera yo.
Al irse el camarero, le miré mal.

-          Te encantará – aseguró riendo por mi expresión.
-          Costará mucho dinero
-          Invito yo, tranquila.
-          No, cada uno paga su parte.
-          ¿Qué dices? Lo pago yo, y punto

Me mordí el labio pero no dijo nada más, cuando algo se le mete en la cabeza, es imposible que cambie de opinión.

El camarero llego al poco tiempo. Traía en los dos platos un pastel con una pinta deliciosa.
La boca se me hizo agua y en cuanto puso el plato delante de mi, no tardé ni un segundo en devorarlo.

-          Tanta hambre tenías
-          Joder, está buenísimo

Reímos y seguimos comiendo, los dulces así son mi debilidad.
Cuando terminamos nos fuimos a dar un paseo, para perder un poco los kilos cogidos por el dulce.

Íbamos cogidos de la mano, haciendo bromas, riendo, mirándonos de vez en cuando y sonrojarnos. Con las bromas entramos en un callejón algo extraño, pero no le dimos importancia.
Todo es perfecto, parecía que todo estaba a favor nuestro. Pero estábamos completamente equivocados.

-          ¡ALTO, COÑO!

Un hombre con aspecto horrible se puso delante nuestra, alzando un cuchillo largo y afilado.
Los dos nos quedamos en estado de shock. ¿Y ahora qué?

-          ¡EL DINERO Y NADIE SALDRÁ HERIDO!

Albert, muerto de miedo le entregó la cartera que llevaba en el bolsillo.
Saqué la mía del bolso y se la entregué temblando más que nunca.

Aquel hombre fijó la mirada en mi y sonrió, riendo un poco.

-          También quiero a la chica…

La cara se me puso blanca. Mierda… menos mal que estoy con Albert…

-          ¡¡Toda tuya!! – gritó.

Le miré asustada. Pero en seguida le perdí de vista, puesto que se estaba yendo corriendo.
Luego miré de nuevo al hombre más blanca que nunca.

-          Ven conmigo y no pasará nada – dijo con frialdad.

Negué con la cabeza y sentí el impulso de echar a correr, pero mis piernas no respondían.
Me agarró del brazo y me atrajo a el, haciéndome mucho daño.

-          De-déjame paz… - gemí con mucho miedo.
-          Lo pasarás bien, preciosa

Acercó el cuchillo y puso la punta en mi mejilla.

-          Haz lo que te diga y no te haré daño

Removí un poco el cuerpo, intentando separarme.

-          ¡QUE TE ESTÉS QUIETA!

De repente deslizo el cuchillo por mi brazo, cortándome.
Grité de dolor, acababa de hacer lo mismo, solo que esta vez con más fuerza.

Como cabezota que soy, otra vez opuse resistencia, cabreándole más.
Me tiró al suelo con violencia, ya veía todo perdido, no había escapatoria…

-          ¡EH TU!


Escuché gritos, golpes, de todo, y por supuesto sabía quien había venido a buscarme. La pregunta es: ¿Cómo sabía que estaba aquí?

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